miércoles, 16 de marzo de 2011

Felicidad

Hoy, pensando, he llegado a una conclusión: no quiero ser siempre feliz. El por qué es simple: si fuera feliz siempre, no apreciaría la felicidad, y esta me parecería monótona y aburrida, y entonces querría no ser siempre feliz. Por eso quiero estar triste, deprimido, decaído, a veces. Porque después, cuándo la felicidad entre por la puerta, sabré apreciarla, acogerla con los brazos abiertos y aferrarme a ella durante un tiempo, hasta que algo vuelva a salir mal, y entonces vuelva a caer en ese pozo de frustración, para después salir con más fuerza, más feliz, más contento, y sobre todo, más sabio. Porque de cada caída se aprende algo, por eso no debemos intentar evitar las caídas, sino levantarnos con más fuerza, sacudirnos el polvo, y seguir adelante, felices de vivir. Felices de ser libres.

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